Wasteland (Graham Travis, 2012)



Graham Travis dejó claro el año pasado con 'Portrait of a Call Girl' que con talento y libertad creativa se puede realizar un drama intimista pornográfico sin renunciar al sexo duro y dejar boquiabierto a todo el mundo. Tras el éxito, Elegant Angel le dio carta blanca para su siguiente proyecto y nació 'Wasteland', una nueva muestra del buen hacer de este director, protagonizada por Lily Labeau y Lily Carter.


'Wasteland' cuenta la historia de Anna (Lily Carter), que viaja hasta la gran ciudad para encontrarse con una amiga del pasado, Jackie (Lily Labeau). Sin embargo, lo que iba a ser simplemente un encuentro tras años sin verse para ponerse al día se convertirá en un fin de semana de descubrimiento, de rencores, de sentimientos, de sexo y de lucha interior para salir adelante.


De nuevo, es imposible decir nada negativo del aspecto técnico y artístico del trabajo de Travis. Tiene una banda sonora impecable y está rodado y fotografiado con talento, sentido del tempo, delicadeza, visión cinematográfica y profesionalidad. Y el guión vuelve a ser una pieza clave y distintiva. Travis nos cuenta una historia intimista sobre las relaciones humanas, los sentimientos ocultos y la soledad donde las dos protagonistas acaparan la atención de un espectador, que se implica con el drama interior de las chicas.


Si en 'Portrait of a Call Girl' era fundamental el trabajo actoral de Jesse Andrews, aquí no lo es menos el de Labeau y Carter, que logran funcionar sin fisuras como pareja dramática. Es Lily Carter la que más brilla, dando todo de sí en el personaje más sólido del guión ganándose por méritos el AVN a la mejor actriz por todo su trabajo en el filme y, en especial, por su sobrecogedora actuación en la escena en la que se confiesa ante Labeau en su apartamento.


Sin embargo, lo cierto es que el drama nunca ha sido el mejor aliado del porno argumental y, aunque Travis lo domina mejor que nadie en el porn valley, la película puede llegarse a hacer pesada en ciertos momentos, sobre todo por ese halo de telefilme que conlleva todo drama basado, casi exclusivamente, en dos personajes. Pero, por encima de los gustos personales en cuanto a géneros, no se puede negar que estamos ante una buena película.


Travis presenta a dos personajes movidos por los sentimientos ocultos, el egoísmo, la libertad y, como no podía ser de otra forma, el sexo. Travis dosifica el sexo por todo el metraje en pequeñas píldoras hasta llegar al estallido final, algo que aumenta el impacto de los grandes números y ayuda a darle ritmo al relato. Pero aquí el único gran número llega al final de la película y la parte central queda algo descafeinada con una escena de relleno y varios lésbicos entre las dos Lily, muy íntimos, realistas y logrados, pero a los que les falta algo, quizá una pincelada de fetichismo que animara y diera más morbo a la escena.


Lily Labeau se tira a Manuel Ferrara en un baño público ante la mirada oculta de Carter en una escena muy intensa, pero muy breve, y con una planificación que se centra más en las expresiones faciales de Labeau que en el resto de su cuerpo.


Mucho más satisfactoria es la siguiente escena, cargada de morbo, en la que Labeau se lo monta con un desconocido en plena calle y, Carter, molesta, acaba acercándose e, impulsada por Labeau, le hace un handjob y una mamada realmente intensa que acaba estallando dentro de su boca.


Después llegan los dos lésbicos de las protagonistas, que arreglan sus conflictos en unas escenas muy intensas a la par que sensuales y rodadas con delicadeza que culminan en una romántica secuencia de miradas bajo las sábanas con el 'Claro de Luna' de Debussy sonando de fondo. Travis demuestra en estas secuencias, y en las de los sólidos diálogos que las acompañan durante toda la película, su talento como director; pero las ganas de que la historia avance más allá del drama físico de las dos protagonistas y la falta de algún elemento que aporte más morbo a sus encuentros hacen esta parte algo lenta.


Luego llega un flashback importante en la historia y con escena sexual incluida (Lily Labeau y Xander Corvus) que tampoco ayuda mucho al ritmo del filme, demasiado dramático y sin giros relevantes durante la parte central del relato.


Sin embargo, Travis golpea con éxito en el tercer acto. Tras el flashback llega el momento de sincerarse y las protagonistas comparten una escena de diálogo (aunque casi es un monólogo de Carter) memorable en el que ambas, Carter por su fuerza y expresión y Labeau por su contención, se ganan por sí solas todos los premios de interpretación que se pretendan dar este año. Una escena de las que quedan en el recuerdo que es el paso previo a un nuevo e intenso encuentro lésbico entre las Lilys y a la otra gran secuencia de la película, más de 20 minutos apabullantes en un sórdido club de la ciudad.


La sensual Liza Del Sierra seduce a Carter y la lleva, como si de un purgatorio se tratara, a través de unos pasillos donde presencia los intensos y breves números orales de Sarah Shevon y Tiffany Doll mientras la francesa masturba a la protagonista, que intenta sin éxito contener sus gritos.


Tras el paseo, Del Sierra sienta a Carter en una mesa y nos regala una potente escena de masturbación con la protagonista bajo una luz roja que culmina en un squirt de Carter y en el que, posiblemente, sea el mayor orgasmo de su carrera.


Pero, por si fuera poco, Carter llega, extasiada, al número final. Rodeados de un montón de hombres enmascarados, Labeau,  Mick Blue y Ramon Nomar inician un trío al que Carter se une de manos de David Perry y Toni Ribas. Juntos protagonizan la escena más potente e intensa del año: 10 minutos de sexo descarnado (en el segundo DVD vienen todas las escenas en versión larga) en los que ambas demuestran su talento sexual; pero donde Lily Carter es la que más brilla.


Carter protagoniza varios momentos de doble penetración en la que participan los cuatro chicos, un squirt provocado por Ribas mientras se la chupa a Blue, otro squirt provocado por el español sobre la cara de Labeau y, sobre todo, un tour de force tremendo, en el que Labeau tampoco se queda corta, que culmina en besos entre ellas con miradas intensas cubiertas de semen.


Pese al tedio y al exceso dramático de la parte central, tras el último acto la película ya ha ganado al espectador. Y, unido a la expresividad técnica del director durante todo el filme, el gran trabajo interpretativo de las protagonistas y a la potencia del intimismo y el realismo de la historia, no queda otra que alabar 'Wasteland' como una gran película, aunque quizá no sea una de las más atractivas y comerciales del año.


Pero el problema es que es imposible no compararla con su predecesora. Y no es que la calidad de ambas sea muy dispar, sino que Travis ya no sorprende al espectador con su visión del cine X como hizo el año pasado. Pese al buen trabajo con 'Wasteland', Travis necesitará un cambio de registro en su próxima película si quiere sorprender y seguir siendo un director de referencia en el cine para adultos. Talento no le falta.

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